23 de febrero de 2010

Estado Laico

Excelente artículo que encontré en el blog de mi prima Tabi

de un autor del periódico MILENIO

Estoy por el matrimonio entre católicos. Es injusto impedírselos. Ser católico no es una enfermedad: son personas normales y deben poseer los mismos derechos sociales como, por ejemplo, los informáticos y los homosexuales.

Soy consciente de los comportamientos y rasgos de carácter de un católico: su actitud casi enfermiza al sexo puede parecer extraña; podrían esgrimirse argumentos de salud, como su rechazo a los preservativos o su proclividad a la exhibición pública con imágenes de torturados que incomodan a algunos. Pero eso, además de ser más mediático que una realidad, no es razón para impedirles el matrimonio.

Podría argumentarse que un matrimonio católico no es real, al ser un precepto religioso ante su dios, en lugar de una unión civil en un Estado laico. O, dado que los hijos fuera del matrimonio están condenados por su Iglesia, podría pensarse que permitir la unión de católicos aumentaría el número de matrimonios por “el qué dirán” o por la búsqueda de sexo (prohibido por su Estado, el Vaticano), creciendo la violencia en el hogar, con familias desestructuradas. Esto no es algo que ocurra sólo entre católicos y que, dado que no podemos intervenir en la vida privada, no debemos juzgar sus motivaciones. En democracia un matrimonio es un matrimonio, una familia es una familia, sean o no católicos, sean del sexo que fueren...

Por eso es justo que los católicos adopten hijos. Algunos se escandalizarán por la afirmación: “¿Católicos adoptando hijos? ¡Esos niños podrían hacerse católicos!” Si bien es cierto que los hijos de esa grey tienen mucha mayor probabilidad de convertirse a su vez en religiosos (al contrario que, por ejemplo, ocurre en la informática o la homosexualidad), he argumentado que los católicos son personas con derechos iguales.

No hay pruebas evidentes de que una pareja religiosa esté peor preparada para educar a un hijo, ni que el ambiente católicamente sesgado sea una influencia negativa para el niño. Por eso los tribunales de adopción juzgan cada caso individualmente, y es precisamente su labor determinar la idoneidad de los padres.

Entonces, debería permitirse a los católicos tanto el matrimonio como la adopción. Exactamente igual que a los informáticos y a los homosexuales. Por una simple razón: vivimos en un Estado laico.

braulio.peralta@milenio.com

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